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Corrida na Praia (Challenge Algarve 2014)


Me levanté para ir al baño justo cuando sonó la alarma de mi despertador, tras varias horas de sueño.

Me notaba cansado, tanto del viaje como de la Corrida de Corta Mato, pero sin rastro de agujetas.


Estaba bastante somnoliento, pero sabía que tras desperezarme y desayunar estaría como nuevo, listo para participar en la segunda prueba del Algarve Challenge 2014, un nuevo cross, en este caso, de 2 vueltas a un circuito de ida y vuelta de 2,5 kilómetros sobre arena de la playa.

Pensaba correrlo descalzo, pero tras espabilarme, desayunar y vestirme, me encontré con la problemática de como sujetar el chip en la posición correcta.

En el cross del día anterior por la mañana me pusieron pegas por la posición, pese a mi fantástico sistema de sujección, y tuve que apañármelas para atraparlo con las gomas de una de las Fivefingers, pero yendo descalzo no se me ocurría como hacerlo.

Mientras desayunaba le había estado dando vueltas a cómo podría sujetar el chip al pie y sabía que gracias a la tobillera de mi pie izquierdo tenía la clave para poder correr descalzo sin que los organizadores me pusieran pegas, pero me faltaba algo...


Al vestirme, encontré una de las tiras del bikini que Mayte había llevado la tarde anterior y se me encendió la bombilla...


Tras preguntarle y obtener su visto bueno, me la até al pie izquierdo, pasando por dentro del chip y sujetándolo a la perfección al mismo mediante un nudo en la planta.


Andando descalzo sobre el suelo no molestaba, aunque con las chanclas puestas rozaba y era ligeramente molesto, pero presupuse que corriendo sobre la arena la tira se hundiría en la misma sin mayores problemas.


Antes de dejar la habitación me asomé al balcón... El día estaba nublado, aunque para nada frío, así que pensé en ponerme el buff negro que no me puse el día anterior al recordar la mala experiencia con él en el Desafío Sur Torcal, pero que sigue siendo mi favorito.




Bajé con Mayte a la primera planta, recogimos a Marina, preparada para correr si la rodilla se lo permitía y a Emma, y bajamos a la recepción del hotel, donde nos encontramos con varios corredores que también se hospedaban en el Praia Azul.


Los saludé y me miraron algo extrañados al ver que me dirigía, ya vestido y con el dorsal colocado al exterior, en chanclas, pero no me dijeron nada.


Recorrimos el breve paseo que separaba la playa del hotel charlando sobre las experiencias del día anterior y las expectativas con respecto a éste, plantándonos en la playa en un suspiro, poco antes de que los organizadores del Xistarca comenzaran a montar la prueba.




Ya había varios atletas en la playa, muchos de ellos trotando, otros charlando con amigos o familia y otros curioseando, mientras los organizadores del Xistarca comenzaban a levantar el arco de salida y meta y a colocar el equipo de sonido.




Saludé a Luis Almeida, con el que charlé brevemente, y por insistencia de Marina, que quería calentar la rodilla antes de enfrentarse a esta segunda carrera del Algarve Challenge, que sería la quinta de su breve trayectoria deportiva, comenzamos a trotar por la arena.





El escenario era perfecto para correr, el día estaba fresco pero sin llegar a ser frío, temperatura ideal, corría una ligera brisa que no llegaba a ser molesta y la arena estaba compacta, ligeramente húmeda y suave al tacto.

Prácticamente no me hundía, ni si quiera cuando aumentaba el ritmo, y al hacer cambios de dirección prácticamente no perdía apenas velocidad ni tiempo, al menos, bastante menos que el día anterior corriendo con las Fivefingers sobre tierra.

Los organizadores del Xistarca no tardaron en dejar list el equipo necesario para llevar a cabo la prueba, que hoy correríamos hombres, mujeres, seniors y veteranos de forma conjunta y que consistiría en salir de la meta, llegar a una banderola donde giraríamos, girar en una nueva banderola situada al lado de la línea de salida y meta, volver a la primera bandelora y entrar, ahora sí, a meta.



El recorrido era, por tanto, bien sencillo, ida y vuelta dos veces a un circuito de 2,5 kilómetros.

No era el único que correría descalzo, un muchacho inglés le estaba preguntando a una organizadora como podría colocarse el chip cuando pasé junto a él y le enseñé mi obra de ingeniería, pero él, al carecer de los "materiales" para llevarla a cabo, optó por agarrárselo con cinta adhesiva al tobillo.

Otra muchacha, extranjera también (al decir extranjera me refiero a que no era ni española ni portuguesa) llevaba el chip colocado de forma similar.

No esperamos mucho cuando comenzaron a llamarnos para formar el pelotón de salida tras el arco de meta, y tras despedirnos momentáneamente de Mayte y Emma, nos colocamos bajo el arco de salida, yo como en la anterior prueba, en segunda línea, y Marina prácticamente a la cola del pelotón.



Mientras los atletas terminaban de apiñarse tras el arco de salida, los organizadores explicaron, al igual que habían hecho el día anterior, el recorrido de la prueba, en portugués, aunque no tuve dificultades en entender que en la primera vuelta no se entraría por meta, sino en la segunda, era un cross a "duas voltas".



Estaba colocado justo detrás de Emiliano, segundo en la primera prueba, al que intentaría aguantarle el ritmo al menos un kilómetro, ya que hoy la carrera era de un kilómetro menos, sin apenas giros (tan solo dos, aunque de 180º) y totalmente llana, por lo que mi idea era salir a tope, aguantar hasta, al menos, la mitad de la primera vuelta con el grupo en cabeza, recuperar el aliento y establecer un ritmo constante hasta llegar al primer giro, y mantener ese ritmo hasta el final, esprintando en los últimos metros si me era posible.

Quería aprovechar el subidón de adrenalina en esos primeros metros para dejar atrás al grueso del pelotón (hoy la salida estaba bien nutrida) y poder correr más a gusto, sin empujones ni arena saltándome a la cara.

Identifiqué al muchacho que llevaba la bocina, y me preparé a conciencia para comenzar a correr nada más llevar este la mano al extremo de la bocina, no quería perder un segundo, como me había pasado en la anterior prueba.

Cuando la bocina sonó yo, al igual que las dos primeras líneas de atletas, ya habíamos despegado los pies del suelo, y comenzó la estampida.








Pese al cansancio que sentía hasta instantes antes de sonar la bocina, ahora me sentía raudo, ligero, fuerte... Podía sobradamente rebasar la cabeza de la carrera, pero aun así me coloqué entre Helio, que rápidamente tomó la cabeza de la carrera, como hizo en el primer cross, y Emiliano, que corría a su par.

Yo avanzaba en tercera posición, al lado de mi amigo Luis Almeida.





Tras pasar el primer kilómetro comenzaba a necesitar bajar el ritmo (había pasado aproximadamente a 3:30, los relojes de varios de los atletas que venían por detrás me "chivatearon" la distancia), pero hasta que no vi la banderola en la distancia no quise bajar el ritmo.

Llegué al giro casi sin aliento, con una decena de atletas por delante de mí, y pasándome otra decena en los metros que sucedieron al giro.

Traté de mantener la máxima velocidad posible, pero ya me movía en ritmos de aproximadamente 4 minutos por kilómetro, quizás incluso algunos segundos por encima de esa marca mientras varios atletas más me pasaron.

A medio camino del segundo giro me crucé con Marina, que estaba llegando al primero, aunque me seguí cruzando atletas hasta que tenía a la vista el banderín del segundo giro.

Contando a los atletas que ya comenzaban a doblar la cola del pelotón (en cabeza, como en el día anterior, Emiliano y Helio, codo con codo) me salieron, si las cuentas no me fallaban, 29 corredores, aunque varios de ellos con pinta de pasar de los 35 años, algunos incluso por una década al menos.

Me acerqué al banderín preparando cada fibra de mi cuerpo para ejecutar un giro lo más preciso posible.











Pese a preparar el giro a conciencia no me salió nada limpio, me abrí demasiado, aunque no perdí el equilibrio, pero me frenó bastante y me cortó el ritmo.

No había visto aún a Andre, así que no tenía referencias de la carrera anterior (curiosamente al girar vi a corredores que habían quedado por delante en la primera carrera, es decir, que no iba tan mal), por lo que traté de mantener la posición.

Hasta llegar al primer banderín por segunda vez y afrontar el último tramo de la carrera fui recuperando, no me adelantó nadie pero yo adelanté a un corredor, del Correr Lisboa, pese a que mi cuerpo estaba quejándose del esfuerzo invertido en el primer tramo de carrera.

Cuando Luis Almeida pasó a mi altura en el otro lado de la carrera le aplaudí desde lejos y me agradeció el gesto, aunque creo que me motivó mas a mí el verme tan bien como para tener ese gesto que a él que le aplaudiese.

Inspiraba y espiraba por la boca, por la nariz no daba abasto, estaba empapado en sudor, los músculos de mis piernas se quejaban y las plantas de los pies de dolían ligeramente, especialmente cuando no podía evitarlo y pisaba una concha o piedrecita (varios pescadores estaban sacando coquinas y otros bivalvos y echaban los desperdicios justo al lado de la zona por la que estábamos corriendo).

Giré por segunda vez en el primer banderín, esta vez decelerando brevemente para coger un buen ángulo en el giro, y acelerando en la curva para volver a la "velocidad de crucero".

Ahora me costaba bastante más avanzar, el firme de la playa estaba repleto de agujeros, tenía que abrirme bastante para adelantar a los atletas a los que estaba doblando y mis plantas de los pies, gemelos y cuádriceps amenazaban con acalambrarse (y mi desayuno con abandonarme prematuramente, todo sea dicho), pero hice de tripas corazón y avancé dándolo todo.

Adelanté a otro corredor (a este por primera vez) poco antes de cruzarme a Marina en el otro lado de nuevo, a la que pregunté como estaba de la rodilla, y al levantar el pulgar en señal de que iba bien me dejó más tranquilo y me concentré en el corredor con camiseta amarilla que llevaba a tan solo 10 metros.

Puse toda la carne en el asador, y casi lo atrapo llegando a la cuesta de meta, pero los pies desnudos se me hundían en esa parte, dificultándome la zancada y haciéndome perder valiosos segundos que hicieron que se me escapase.






Había entrado a meta superando a pocos segundos de llegar a los 20 minutos, promediando un ritmo de 3:57 minutos por kilómetro, algo más lento que en el cross, pero teniendo en cuenta la paliza del viaje y de la experiencia en la Corrida de Corta Mato, estaba más que contento.

Tras un segundo de desubicación al cruzar la meta localicé a Mayte, al lado de la misma, que me felicitó nada más verme.

Le comencé a comentar las experiencias e impresiones en la carrera mientras Marina llegaba a meta, y de repente, se produjo un apagón que dejó sin música a la organización y tumbó el arco de salida y meta.

Rápidamente lo sujetaron dos organizadores y procedieron a retirarlo en un momento en el que no llegaban corredores a meta, fue muy curioso.

Marina llegó a meta en 32:50, muy contenta con su rodilla, que consiguió mantener a raya probando a apoyar de diferentes formas el pie mientras corría, hasta dar con una que no le provocaba molestias.



Mayte se ofreció a capturar el momento fraternal de reencuentro en meta, y nos echó varias fotos (gracias salá).



Tras ello, recuperamos con cerveza portuguesa, refrescos que la organización ofrecía a los participantes sin coste alguno e incluso algunos altramuces.

Nos sentamos en las toallas con Emma, esperando para que el día se abriese (comenzaba a clarear) y cada pocos minutos me asomaba para ver si habían salido ya las clasificaciones.

Finalmente estuvieron, a la séptima u octava vez que me acerqué (soy así de apretado), y me llevé una grata sorpresa al haber acabado esta vez en la posición 27ª, y la 10ª senior masculina, añadiendo 80,8 puntos a mi clasificación absoluta del desafío.



Más grata aun fue la sorpresa de encontrarme, primero con una pareja de corredores españoles, Nuria y Manuel, de Sevilla, y luego con otra, Bella y Paco.

Los varones estaban compitiendo en el desafío, al igual que yo, y las esposas acompañándoles, aunque eran deportistas también, y pase un muy buen rato charlando con ellos sobre las pruebas del desafío, carreras en general, carreras de trail (especialmente el boom que han experimentado en estos últimos años) y recomendándonos pruebas mutuamente.

Se me pasó el tiempo volando, y tras despedirme hasta la media maratón que tendría lugar como colofón final del Algarve Challengue en algo menos de 23 horas volví con Mayte, Marina y Emma, con las que disfruté de un genial día de playa (al final despejó el cielo, aunque el viento fue algo molesto por la tarde).

Ya estaba todo casi hecho, solo quedaba la media maratón de Castro Marim, a la que me enfrentaría en solitario (Marina sólo ha corrido como máximo 12 kilómetros seguidos, pero dentro de pocos meses estará preparada para correr la distancia en condiciones también), que sería la número 28 a la que me enfrentaría, y la quinta en lo que va de año.

Con ese capítulo cerraré la experiencia del Algarve Challengue 2014, ¡no os lo perdáis!

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